Padre bueno, te encomendamos nuestro Perú.
Aunque las secuelas y los peligros no han terminado,
te agradecemos haber estado muy cerca de nosotros:
-En el ánimo, iniciativas, e imaginación con que superamos
los durísimos momentos que pasamos.
-En todas nuestras víctimas que llevamos en el corazón.
-En todos y todas los que los cuidaron de ellos, a nosotros, sobrevivientes.
Te agradecemos su ejemplo, que nos inspira
para renovar nuestro ser peruanos.
Tú te apareciste en ellos:
-En las víctimas con quienes siempre te identificas desde la cruz.
-Y en los samaritanos y samaritanas que nos ayudaron como sus testigos.
Nosotros, los sobrevivientes de esta tragedia,
te pedimos aún fuerzas, ánimo e inspiración para no abandonarte,
ni como víctima, ni como samaritanos.
Te pedimos que el don gratuito de tu amor, que no abandona,
vuelva a transparentarse en nosotros los cristianos
y en todos los peruanos. Ya lo hiciste:
-En las mujeres ollas comunes.
-En los empresarios y amigos que compartieron oxígeno y alimento.
-En los jóvenes que buscan aún educación para una patria mejor.
-En los pueblos amazónicos y en los pueblos rivereños de ríos y mares
que luchan por revertir el daño ecológico.
-En todo peruano que espera una Patria unida.
Danos el milagro de nuestra conversión personal y social.
Sabemos que nuestro Perú sufre grandes peligros
en medio de una crisis global: la enfermedad, el hambre,
la falta de trabajo, la destrucción ecológica, el crecimiento de la pobreza,
pero, también, la desesperación, la ambición desmedida,
la corrupción, la delincuencia, las mafias y la crisis general.
Tú sabes, Padre, que pasamos por el momento más difícil.
Ante tantos graves problemas,
estamos con una dirección muy deficiente.
Ya estamos caminando sin rumbo, porque el interés parcial
se impone sobre el bien común de nuestro país,
como si nuestro sufrimiento fuera el de un grupo más.
Te pedimos inspires fortaleza
en las entrañas humanas del Perú y de la Iglesia, para que,
quien dirija, sea sensible al sufrimiento de los últimos,
fiel a la exigencia de su misión, renuncie a su propio interés,
y tenga verdaderas cualidades y calificación para dirigir.
Danos fuerzas para impedir la indiferencia e improvisación
ante el sufrimiento general del Perú «Lázaro».
Padre, renueva el don del Espíritu de Jesús
para que venga al Perú tu Reino gratuito de amor.
Sabemos que Él nos levantará otra vez, fortaleciendo nuestros lazos fraternos
y nuestras organizaciones de base.
Danos, Padre, sabiduría, para que aprendamos a generar, en todo nivel,
dirigentes prudentes y responsables, respetuosos de los derechos de todos, especialmente de los postergados.
Que el Perú crezca y forje una sólida unidad,
en medio de la diversidad nacional.
Y haz que los cristianos, especialmente los católicos,
vivamos de escuchar y obedecer a tu Palabra,
siendo discípulos misioneros hasta en los más alejados rincones;
al clamor de los que sufren y buscan con esperanza.
Que unidos, creyentes y no creyentes,
sintamos el correr por nuestras venas del Espíritu de tu Hijo Jesús,
el Señor de los Milagros, que vive y reina por siempre,
y también en el Perú.
Amén
Mons. Carlos Castillo